HISTORIA

En el año 2005, un amigo tuvo una brillante idea, y echó las cartas sobre la mesa, como una partida de mus, a otros amigos vascos, que como buenos jugadores, aceptaron la mano. La idea en concreto era viajar por etapas, sin prisa, realizadas en fines de semana, desde Villalba (Madrid) a la Ermita de San Bartolomé (Soria) los corredores de Madrid, y desde Zegama (Guipuzkoa) hasta la misma Ermita, los vascos, coincidiendo todos a la llegada en la misma fecha, en una última etapa.

Todavía recuerdo a José Luis, "Hiper", extender los mapas sobre la mesa del bar, con la ilusión de un crío, y los ojos llenos de pasión, tratando de explicar el recorrido de las primeras etapas, no sin mostrar algo de ese carácter volcánico y algo vehemente que le caracterizaba. No toleraba una opinión si él consideraba que no había terminado de exponer, o ésta, carecía de peso.

Desgraciadamente Hiper no pudo ver el final de la aventura, una maldita enfermedad le apartó de poder completarla, y poco más tarde, de estar con nosotros en más aventuras. Siempre he llevado el recuerdo de este viaje muy dentro de mi corazón, un paisaje físico y humano que marcó un tiempo que fue especial. Durante su terrible enfermedad, no pude ir a verle, no quise, me resultaba complicado ver la decadencia física de una persona, que por muchos motivos, era un ejemplo de cambio, de ilusión renovada. Me ha pasado con familiares,  y otros allegados, en ciertas circunstancias he preferido mantener otra imagen en mi memoria, y entiendo que es una actitud algo cobarde. No sé si hice bien, pero siempre he pensado en devolverle todo lo que Hiper nos dio en aquella aventura. No somos más que aves de paso, efímeros, pero los seres humanos debemos dejar algún legado, creo que no hay mejor forma, o entiendo que en esta ocasión es mi contribución, que recordar a estas personas anónimas que hicieron cosas pequeñas con un valor muy grande, una forma de decirle "Pepe, lo hiciste bien, te recordamos".

No sólo fue Hiper, todos formaron un gran grupo humano, y una sensación de bloque, de unión, era lo que primaba entre nosotros. Lo más importante era sacar esa aventura adelante, por eso, no importaba si un día te tocaba correr, u otro día te tocaba poner tu coche y avituallar a los aventureros.

Pese a no conocernos desde hacía tanto tiempo, José Luis, me tenía un especial afecto, nos descubrimos una noche, sentados en el manto verde de un estadio, en la meta de una carrera loca de orientación nocturna. No sé si él veía en mí lo que debería haber hecho con menos años, y yo veía en él lo que debía seguir haciendo con más años. Después en carreras y salidas por la montaña, nos pusimos algo al día de nuestras vidas.

Me citó un sábado por la tarde, ya habíamos completado la segunda etapa, y estábamos ansiosos por ponerle fecha a la tercera. Cafetería Menorca, plaza del Sol de Madrid, tuvimos la suerte de conseguir una mesa libre en la  planta superior, por supuesto había que merendar las famosas napolitanas de esta céntrica y afamada pastelería. Me lo dijo, como las lecciones rutinarias que debía dar en la universidad, con rigor, sin emoción, con la vehemencia que le caracterizaba.

José, yo no voy a poder ir a más etapas, ya sabes que tengo cáncer, y no sé el tiempo del que dispongo, ahora, voy a tratar de vivir lo que me queda junto a mi mujer, a mi familia, para darnos la mejor vida posible en estos meses, sigo un tratamiento algo experimental, que espero me dé un poco más de tiempo Sin torcer el gesto, no dejando un resquicio a la debilidad. Toma, estos son los mapas de las etapas que quedan, te los doy a ti, porque eres la persona que creo que los debe llevar, y no dejes que nadie los toque, que nadie cambie la ruta, me ha llevado tiempo planificar las rutas, marcarlas en el mapa, y el camino debe ser ese, no otro, confío en ti.

Me dijo alguna cosa más, pero el sentido de responsabilidad que adquirí en ese momento, el compromiso con él, y el aturdimiento el que me sumió el ver cómo alguien puede saber su final, sin temer a nada, sin titubear, era notorio que había hecho un ejercicio de trascendencia que sólo alguien en una situación así sabría hacer, quizá sea una reacción natural, pero ni la pesadumbre, ni el miedo eran sus formas de actuar, no era un pose, José Luis era así.

Se llegó a Ucero, se vivieron momentos imborrables, hay muchas anécdotas en las etapas, pasamos alguna penurias, vimos paisajes que han quedado marcados a fuego en nuestras retinas... SidraUltramaratón, lo llamamos en su momento, y por ello, bebimos sidra, en medio, al final de algunas etapas, y por supuesto en la opípara celebración final.

Este ultramaratón será un homenaje a esa persona que quiero sacar del anonimato, porque todos influimos sobre los demás, todos dejamos algo de legado, y de buenos amigos es reconocerlo, a mí personalmente me gustaría ser recordado en el futuro, no por mi valía en nada, sino porque he podido construir algo que ensalce los valores de las personas y los vínculos de amistad.

Va por ti, Pepe, te la debía.